La globalización de la desigualdad

Escrito por: Olivia Fontanillo. Destino Solidario. - 30•Ene• 13

“Por primera vez en la historia, la humanidad tiene los conocimientos y habilidades para aliviar el sufrimiento de las personas” (pobres y excluidas), anunció el presidente estadounidense Harry S. Truman en su toma de posesión, en 1949. Sin embargo, más de 60 años después, y a pesar de que contamos aún con más activos y posibilidades, el número de personas afectadas por estas situaciones en todo el mundo sigue creciendo.

Los dramáticos datos sobre el hambre en África, la situación que atraviesan los refugiados por conflictos en sus países de origen, el creciente desempleo, el fuerte incremento de personas sin hogar y afectadas por desnutrición (no sólo en el Sur, sino también en los países que cuentan con más recursos), los recortes en servicios y ayudas sociales y en las dotaciones para cooperación internacional contrastan con las conclusiones de informes como los recientes del Parlamento Europeo, que advierte de que alrededor del 50% de los alimentos que se producen y venden en la eurozona (unas 89 toneladas anuales) acaba en la basura, o el de Intermón Oxfam que concluye que “los ingresos netos de las 100 personas más ricas del mundo en 2012 serían suficientes para acabar cuatro veces con la pobreza extrema en todo el planeta”.

¿Cómo es posible que ambas realidades coexistan?

Los ricos, más ricos

Lejos de acortarse, las diferencias y desigualdades sólo se han acentuado. “El 1% de las personas más ricas del planeta han incrementado sus ingresos en un 60% en los últimos 20 años, y la crisis financiera no ha hecho más que acelerar esta tendencia”, según Intermón Oxfam.

En nuestro mundo, actualmente más de 2.600 millones de personas viven en situación de pobreza (fijada en menos de dos dólares al día por persona, según los criterios del Banco Mundial) y, de ellos, más de 1.400 millones se encuentran en situación de pobreza extrema (con menos de 1,25 dólares al día). Si analizamos los datos en términos relativos (o porcentuales), los niveles de pobreza se han ido reduciendo en los últimos años, pasando del 70% en 1981 al 43% en 1990 y al 23% en 2010. Un balance, en apariencia, positivo. Sin embargo, la realidad es que, si hablamos en términos absolutos, observamos que el número de personas afectadas ha crecido desde los 2.500 millones hasta más de 2.600 millones en ese mismo periodo.

Y esto, sin contabilizar aún la evolución en los dos últimos ejercicios, en los que los efectos de la crisis económica mundial han impactado en familias de todo el mundo. De hecho, y según el indicador que utiliza la OCDE para medir la pobreza –familias cuya renta o consumo se encuentra por debajo del 50% de la media de la renta o consumo familiar en cada uno de sus países-, los Estados Unidos se situarían en el extremo de mayor pobreza, junto a países como México y Turquía.

Un mundo en crisis

El informe de 2010 de la ONU sobre la evolución en relación a los Objetivos del Milenio admite que “las promesas incumplidas, los recursos inadecuados, la irresponsabilidad y la insuficiente dedicación a la consecución de un desarrollo sostenible han constituido déficits en muchas áreas, muchos de ellos incrementados por la crisis económica y financiera mundial”.

En el mundo de la globalización y la interdependencia, los problemas del sistema económico y financiero internacional se han combinado con otras crisis, ya latentes, pero acentuadas por las actuales circunstancias: políticas, energéticas, medioambientales y alimentarias. Cada una de estas crisis tiene su propio origen, su propia evolución y sus propias consecuencias, pero todas ellas están interrelacionadas de diversas formas, de manera que los impactos de unas se entrelazan con los de otras y, a veces, es difícil distinguirlas.

La evolución registrada en las últimas décadas demuestra que los modelos políticos y económicos considerados “válidos” por los estados que se autodenominan “desarrollados”, e impuestos como los únicos deseables, no tienen por qué serlo de manera general: la democracia no significa invariablemente una efectiva participación ciudadana, ni el fin de la represión, la corrupción y los conflictos sociales, y el crecimiento económico no tiene automáticamente una traducción directa en términos de reducción de la pobreza y la exclusión social.

Hacia una revisión de los modelos, por y para las personas

Se impone, por lo tanto, la necesidad de una revisión y redefinición de los modelos económicos y sociales. Este nuevo enfoque requiere de políticas y medidas que aseguren un reparto justo y equitativo de los recursos mundiales, den una mayor protección a los grupos más vulnerables y aseguren la cobertura de las necesidades básicas de todas las personas, desde salud, educación y vivienda, hasta la protección del medio ambiente. El objetivo debe de ser mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos del mundo.

 

 

Un cambio que debe de ser construido por y para las personas. Un cambio que requiere de la concienciación, implicación y participación de cada uno de nosotros en todos los lugares del mundo. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, esperando que otros, aquellos que tienen más poder, pero también más intereses, sean los que actúen. Ninguno de nosotros por sí solo tiene el poder para cambiar el mundo, pero si sumamos nuestros esfuerzos, nuestras acciones, podremos avanzar y hacer que el mundo sea un lugar mejor para otras personas.

Y tú, ¿te sumas?

 

En este blog te invitamos a que tú te conviertas en ese factor de reflexión e impulso para la acción de otras personas con inquietudes. Si quieres participar, puedes enviarnos tus textos y fotos a la dirección de email info@destinosolidario.org y nos pondremos en contacto contigo.

 

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